En la Edad Media, es cuando se fraguó “el truco del almendruco”.
Consistió en obtener leche de almendras para sustituir la leche de oveja, cabra o vaca que, al igual que la carne o cualquier alimento de origen animal, no se podía comer durante la Cuaresma cristiana, más rigurosa por aquel entonces que ahora.
Como no había procesador de alimentos, ni licuadoras, no batidoras, triturar las duras almendras para hacer leche, incluso ablandándolas un buen rato en agua, no era cosa fácil y los más listos decidieron recolectar el almendruco verde y tierno, mucho antes de que se convirtiera en almendra, adelantándose a la cosecha.
Con las almendras inmaduras y blanditas todavía, machacarlas y licuarlas en el mortero con agua y miel (para reducir su amargor temprano), era mucho más fácil.
Hacer leche de almendra con esa pillería se llamó “el truco del almendruco”, una expresión coloquial que, desde entonces, suele aplicase a cocinar con ocurrencias propias y algún chanchullo.
Esta es la teoría más extendida, pero investigando por internet, hemos dado con esta otra, que nos transporta a la repostería.
Podría tratarse de un rico dulce de origen mediterráneo, llamado ‘almendruco’ y en el que se realiza una pasta, parecida al turrón de Jijona, con almendra, clara de huevo, azúcar y miel y con la que se elabora unas pequeñas piezas que emulan a una almendra, siendo recubiertas por una oblea crujiente que hace la función de cáscara.
¡Seguro que tu usas esta expresión! ¿Nos dices cuál es tu truco del almendruco en la cocina?